Semana Santa 2024

Domingo de Resurrección: San Juan y la Virgen vuelven a correr en Turre sin miedo a la lluvia

San Juan y la Virgen corren hacia el sepulcro vacío.

San Juan y la Virgen corren hacia el sepulcro vacío. / V. Visiedo P.

El Domingo de Resurrección despertó gris en Turre (y habiendo dormido una hora menos). En el ambiente se respiraba la preocupación y flotaban las dudas. ¿Habrá procesión? El viento movía con fuerza las capas verdes y blancas de los hermanos de San Juan y de la Virgen de los Dolores, que esperaban a las puertas de la iglesia. El aire arrastraba algunas gotas de lluvia.

Pasadas las 12 de la mañana, una vez hubo acabado la misa, tocaba decidir. Los tres tronos estaban preparados dentro del templo: Jesús Resucitado, la Virgen de los Dolores y San Juan. Se formaban corrillos de unos y otros para debatir qué hacer: "Por mi parte, lo tengo claro, no salimos; hay mucho riesgo de que nos llueva", decía Juan Ángel Llorente, capataz de la Virgen.

Pero el cielo se despejó —solo un poco— y pudieron más las ganas de vivir el Domingo de Resurrección que las cuatro gotas que pudieran caer. Así que a las doce y cuarto anunciaban que finalmente habría procesión. "Aunque el tiempo no es muy favorable, las hermandades hemos decidido que vamos a salir", informaba por el micrófono del altar de la iglesia Manuela Benito, de la Hermandad de la Virgen de los Dolores.

Fue una procesión distinta a lo habitual, más corta, pero igual de sentida. La Banda de Cornetas y Tambores del Paso Encarnado de Lorca tocó el himno nacional dentro de la misma iglesia, para ahorrar tiempo. A continuación, salía a la calle San Juan, primero, y la Virgen de los Dolores después. Luego, con más discreción, lo hacían el Sepulcro y Jesús Resucitado.

Las carreras de San Juan

La del Domingo de Resurrección es la procesión más importante de la Semana Santa de Turre. Cada año atrae a miles de personas para contemplar lo que es casi una obra teatral, en la que se narra la resurrección de Cristo. Aunque este año, por culpa de la lluvia, que volvió a aparecer durante el recorrido, tuvo que ser más corta de la normal.

La caja vacía del sepulcro, sin el cuerpo inerte de Jesús, se colocó sobre las escaleras en la Plaza de la fuente del pescado, cubierta por un plástico. La Virgen se situó en la calle Rosalías y San Juan esperaba en el Paseo de la Rambla. Junto a ellos, decenas de cofrades con sus túnicas y capas del color de sus titulares: blanco y verde para San Juan, negro y blanco (luego cambian a celeste) para la Virgen.

Esta procesión se conoce popularmente como 'Las carreras de San Juan', porque los tronos corren por las calles, literalmente. Los costaleros se pasan los varales del hombro a la mano para correr representando el encuentro del Resucitado.

Primero, San Juan sale a la carrera hasta que se encuentra con la Virgen, a la que saluda, y luego se dirige hacia el sepulcro. Al encontrarlo vacío regresa de nuevo —siempre corriendo con una multitud de niños detrás— hasta donde está la Virgen para darle la noticia. Normalmente lo hace hasta tres veces, para cerciorarse, pero este año solo fue una vez, por culpa de la lluvia.

Después la Virgen emprende también la carrera con San Juan para comprobar con sus propios ojos que, efectivamente, en el sepulcro no está el cuerpo de Jesús. La Virgen vuelve a su “descanso” y entonces es cuando el evangelista, con su palma bailando con cada acelerón, llega hasta la Plaza de la Constitución donde se encuentra con Jesús Resucitado.

San Juan emprende de nuevo la carrera para comunicarle la buena noticia a la Virgen. Otros años, San Juan va y vuelve tres veces hasta donde está el Resucitado para confirmarlo (pero este año no se hizo así). Finalmente la Virgen María, con su manto negro de luto, echa a correr tras el evangelista para encontrarse con Jesús Resucitado en la plaza. En ese momento, la alegría estalla y los costaleros zarandean los tronos de un lado a otro haciendo bailar a las imágenes.

Los cohetes resonaron en el aire, llenándolo de olor a pólvora. Liberaron palomas al cielo y llovió confeti que se mezcló con el agua que seguía cayendo ligeramente. Y entonces, la Virgen se desprendió de su manto negro de luto para mostrar uno celeste, de celebración pues su hijo ha vuelto a la vida.

Y así, con la banda lorquina interpretando canciones de El Barrio, las tres imágenes continuaron bailando y celebrando. Las botellas de cava pasaron de mano en mano y se celebró por todo lo alto el fin de la Semana Santa con gritos de "¡Viva San Juan!, ¡Viva el Resucitado!, ¡Viva la Virgen de los Dolores! y ¡Viva Turre!".

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