España, en bucle

Cualquier contienda electoral se plantea con lectura nacional y la polarización que preside la política conduce al final a la paralización

Euskadi celebra hoy sus elecciones autonómicas con la peculiaridad de que los favoritos para conseguir el triunfo son dos partidos soberanistas que han rehusado a hablar de soberanismo porque penaliza. Sin tiempo para proclamar los resultados definitivos, el siguiente melón electoral por calar será el catalán. En la medianoche del viernes, arranca la campaña para los comicios del 12 de mayo. Con la peculiaridad de que se presenta un candidato prófugo que ha establecido su cuartel general en Francia, a pocos kilómetros de la frontera, para que los simpatizantes puedan acudir en persona a los mítines en vez de consumir las consignas vía holograma, como en la cita anterior. Y menos de un mes después, el 9 de junio, la llamada a las urnas para decidir el futuro europeo. Posiblemente la convocatoria más importante en décadas por los retos que debe afrontar la UE ante el endiablado escenario mundial. El voto europeo en solitario, como sucederá en junio, no suele atraer la participación de más del 45% del cuerpo electoral español. El problema de este largo ciclo es que ya ha supuesto la parálisis de la legislatura y es posible que se alargue hasta el otoño. Tres trimestres donde apenas se tomarán decisiones para evitar derrotas parlamentarias y en la que la actividad del Ejecutivo persigue más la foto que el fondo. Porque la polarización anima a que cualquier contienda se plantee en clave estatal a la espera de las consecuencias que puedan derivarse para la política nacional. Más cuando la pervivencia del débil gobierno de coalición depende de los resultados de unos socios nacionalistas e independentistas que compiten entre sí y que comercializan sus influencias si acumulan más poder en sus territorios. Con un calendario como el actual, España se halla en un bucle.

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