Las personas mueren

Acaso la lectura no cambie la vida de los lectores, pero sí faculta para desenvolverse mejor en el curso de los días

La muerte de Paul Auster, el martes pasado, con 77 años, en el distrito neoyorquino de Brooklyn, no dejará del todo huérfano a su ingente número de lectores, pues asistirá la lectura postergada de alguna de sus obras o la relectura de tantas otras, que alcanzaron notorio reconocimiento por su singular genialidad, además de configurar patrones innovadores de construcción de la novela como género literario. Precisamente las páginas de la última de sus novelas, Baumgartner, dan excelente cuenta de ello y el autor, tal vez porque tuviera cerca el aliento de la muerte, recordó una palmaria obviedad, a propósito de la muerte de Anna, a la que Baumgartner añora porque se le hace muy cuesta arriba vivir sin ella: “Las personas mueren. Mueren jóvenes, mueren viejas y mueren a los cincuenta y ocho. La echo de menos, eso es todo”. Así debía ser, pues, en una merienda al aire libre, con una manta en el suelo, Baumgartner y Anna repetían y recordaban la primera vez, años atrás, en que descubrieron el lugar donde volvían a estar y él, al contemplar el rostro de Anna y rebosar de felicidad, se dijo: “Recuerda este momento, chico, acuérdate de él durante el resto de tu vida, porque nunca te ocurrirá nada más importante que lo que está pasando ahora mismo”.

Suele decirse que la lectura produce cambios vitales, que no se es la misma persona antes y después de leer un libro memorable. Tal vez se trate de una conclusión algo apologética sobre el alcance de la lectura, si bien esta faculta para comprender y hasta desenvolverse mejor en el curso de los días. Pues estos a veces se abren como páginas en blanco, sin que se sepa muy bien cómo empezar a escribirlas, o traen ya escritos relatos o argumentos en los que el azar, al que Auster atribuía una importancia determinante y decisiva, deja de ser casual para convertirse en causal, esto es, deja de ser casualidad para convertirse en causa.

Auster pone en boca de Baumgartner -personaje que participa de la naturaleza del alter ego- esta pregunta: “¿Tiene un acontecimiento que ser real para que se acepte como verdad, o la creencia en su verdad ya lo hace real aunque no sucediera lo que presuntamente ocurrió?”. No parece tratarse, entonces, de la apariencia, sino de la atribución de certeza por creerlo.

Ha muerto Paul Auster, eso es cierto, mas también lo será el testamento vicario de su obra excelsa.

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