Una raya en el mar

El MUREC, un sueño cultural

En esta ciudad a la que tanto le ha costado conservar su patrimonio, cada centímetro de espacio público recuperado es un milagro

E N esta ciudad de genialidades que brotan de la nada y maravillas que asombran, crear en el corazón de la ciudad un templo del tiempo, donde yace congelada la realidad a través de una colección permanente de obras del Realismo Español Contemporáneo era un espacio preciso, urgente para la ciudad. Porque solo con proyectos de este tipo la ciudad gana en estabilidad y permite confiar en instituciones que tienen claro lo que Almería necesita.

En esta ciudad de dolores, atormentada por olvidos, tal vez el abismo más profundo al que se ha asomado fue al de la piqueta urbanística que desfiguró aquella belleza helada de la Almería del siglo XIX. Pero, hoy que el edificio civil más antiguo de la ciudad haya resistido a la especulación y se nos devuelva ese pedazo de nuestra historia de las ruinas y florezca de nuevo su artesanado mudéjar, único en España, es un esfuerzo con el que la Diputación Provincial ha sabido aquilatar la cantidad de confianza social que esta ciudad merece para su futuro cultural. También merecen reverencia y respeto quienes impulsaron tan noble y necesaria iniciativa.

En esta ciudad a la que tanto le ha costado conservar su patrimonio, cada centímetro de espacio público recuperado es un milagro. Hay quienes están tan ocupados en poner cachivaches cúbicos de vidrio agrícola productivos en el Paseo de Almería, un espectáculo yerto, en vez de crear estímulos culturales. Difícil es hacerles entender que la cultura no está en la productividad sino en los sueños.

Y, sin embargo, ahí esta el sueño de un nuevo espacio cultural que se abre y señala hacia dónde caminar: La rehabilitación del Antiguo Hospital de Santa María Magdalena -que resume la evolución de la arquitectura almeriense- y el Museo del Realismo Español Contemporáneo (Murec).

Sólo con pensar en esos dos nuevos espacios del centro histórico me levanto valiente cada lunes por la mañana y borro las lineas tristonas que ensombrecían la falta de pulsión necesaria en este centro histórico. La espera, infinita, ha sido una espera ilusionada que hace posible entender que la cultura no es el tiempo de cuando la vivimos sino de cuando la soñamos.

Nunca pude soñar el Paseo de San Luis así, acompañado de la dulzura de las ramas de los ficus bailando en ángulos imposibles y las raíces del centenario ombú, enredado por las paredes de los refugios de la guerra y ahora abrazado a este espacio museístico que es el Murec. Entonces pensaba que en esta ciudad no cabía el futuro, ahora creo que en los sueños sí.

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