Vivir en horizontal | Crítica

Póngase usted en horizontal

Bernd Brunner (Berlín, 1964).

Bernd Brunner (Berlín, 1964).

El título Vivir en horizontal de Bernd Brunner (Berlín, 1964) recuerda al célebre Soy vertical pero preferiría ser horizontal de la poeta Sylvia Plath. También nos recuerda a la ociosa horizontalidad de Oblómov en la novela de Goncharov, a otros iconos literarios de la vida yacente (de Onetti a Julio Camba) o a la máxima de Groucho Marx que sirve de cita al libro: “Nada que no puedas hacer en una cama merece la pena hacerse”.

Antropólogo e historiador, erudito especializado en descifrar la historia cultural de la luna, los pájaros o el árbol de Navidad, a Brunner lo conocíamos ya por sus estupendos Cuando los inviernos eran inviernos. Historia de una estación y La invención del norte. Historia de un punto cardinal, ambos publicados también por Acantilado. Este Vivir en horizontal es un entretenido muestrario sobre la historia cultural de esta postura, que no debe asociarse sólo al dormir, la gandulería o la coyunda. Mucho más que un elogio sobre el reposo, Brunner nos introduce en aspectos desconocidos o directamente insólitos relacionados con estar tumbado (estudio sobre dormitorios y reclinatorios, Oriente como la cuna del arte de acostarse, el descanso mecanizado, las formas del reposo en la Edad de Piedra, la génesis de los colchones, el célebre diván de Freud, el acto de flotar tumbados en la chaise longue basculante de Le Corbusier, etc).

Hay notas sobre el yacer que hoy nos producen perplejidad. Por ejemplo, dormir de forma compartida, algo común en la Edad Media según el rango social alto o bajo del durmiente (por no hablar de la práctica entre peregrinos). Aún hoy en lugares de África (Congo, Botsbuana) no se considera extraño que tres o más cuerpos desconocidos compartan un mismo lecho para prevenir ataques de animales salvajes o, según otras culturas, para evitar que alguien pierda el alma. En un restaurante cuqui de Miami Beach se degusta el llamado lounging o comer acostados en camas habilitadas dentro del local (los griegos en la klíne y los romanos en sus triclinium ya disfrutaban acostados de sus banquetes). Recuerda Brunner que Chesterton, salvo para casos de inválidos y enfermos, elogiaba que uno pudiera estar encamado con el techo a la vista para poder dibujarlo mentalmente con colores (placer que explica que Miguel Ángel concibiera la Capilla Sixtina tumbado en un jergón). Toca ahora leer tumbados.

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