La novela homónima de Daniel Gascón sirve en bandeja los materiales satíricos para esta nueva comedia modelo apellidos (aragoneses) que busca la mofa del arsenal conceptual y el léxico de la corrección política (paridad, diversidad, inclusividad, sostenibilidad, masculinidad, etc.) del podemismo ibérico (RIP) a propósito de un joven cachorro del progreso enviado a un pueblo turolense de la España vaciada para intentar poner en práctica su argumentario contra la resistencia de las buenas y rancias gentes del lugar.
Los productores y Amazon siguen confiando en Martínez-Lázaro y en sus manos toda mordiente o fiesta cómica deviene un auténtico funeral de chistes y gags tan viejos y romos como los de aquellas películas de Martínez Soria que aquí se citan y parodian. Hasta ahora secundario resultón, Lalo Tenorio resulta inconsistente, casi volátil, como trasunto de saldo de Dani Rovira, y sobre sus escuálidas espaldas recae el peso de llevar el disparate nacional a un puerto castizo que saque alguna risa cómplice a costa de la actualidad mediática y el clima general de crispación y batalla cultural.
La tarea se antoja imposible, incluso con el concurso de los veteranos Rellán, Valverde, Manquiña, Fernández-Muro o Cordero, único frente de resistencia (estrictamente cinematográfica, se entiende) al descalabro generalizado por el sendero de los habituales e inverosímiles peajes románticos y un fláccido sentido de la puesta en escena y el timing. Una vez más, la comedia española llega tarde y mal a lo que hace ya tiempo se había convertido en parodia.