Alcalá de Henares es una ciudad hermosa, evocadora, porque bajo su cielo nació Miguel de Cervantes Saavedra. Soy una cervantina empedernida, y caminar por sus calles resulta siempre un confortable refugio, una especie de exilio interior, que ayuda a conllevar, en el sentido que Ortega y Gasset le dio a este verbo, la cotidiana angustia de no poder comprender la manía autodestructiva que arrastramos los españoles. El manco de Lepanto escribió que la ingratitud es hija de la soberbia. El nacionalismo es una repugnante ideología totalitaria, ignorante de todos los valores y ética que nos hacen dignos de llamarnos seres humanos. Pérfida y de necedad homicida, envilece a las personas, las embrutece y termina por reducirlas a instrumentos de la violencia. Eso es lo que estamos viviendo en estos trágicos días en Cataluña, Valencia y Baleares. No perdamos de vista Navarra y el País Vasco. ¿Alguien recuerda aquel "Bienvenidos "de la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de Barcelona en 1992? Pervertir la democracia por el ansia de poder de la partidocracia, nos ha traído a esta representación ruinosa del estado de derecho en España. Cuarenta años negándose a gobernar nuestra nación nos han traído ante este esperpento, liderado por fanáticos que convierten a los idiomas en armas, y que ponen en manos de terroristas las instituciones públicas de nuestro país. Apropiarse del poder no es gobernar, y mucho menos en el marco legal y cultural de una democracia. El nacionalismo vasco y catalán son atroces reduccionismos históricos, depredadores del conocimiento y la dignidad en la vida. Necesitan del adoctrinamiento oscurantista para pastorear a la sociedad. Sembrar odio, esa es su tarea primordial, buscar enemigos y espolear a la población contra ese rival ficticio. Manipular sentimientos y destruir la capacidad de discernir de las personas. Por las calles de Barcelona a cuyas playas llegaron Don Quijote y Sancho Panza en su afán por desfacer entuertos, el odio corre a lomos de las hordas de siervos de la ignorancia y la maldad nacionalista. Sus señores feudales, les dirigen desde las almenas de los castillos que han construido espoliando a toda la sociedad española. Es demencial, no obstante, es lo que ocurre cuando se destruye el sistema educativo de una nación. Sin educación que forme ciudadanos libres y responsables no habrá democracia en España.

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