La quema de libros siempre produce repelús a la mayoría del personal, y acabamos de enterarnos de una pira simbólica que está a punto de encender la editorial Planeta. Sí, la que entrega un premio anual de 601.000 € y se gasta otro tanto en promociones, cena multitudinaria, jurados y periodistas. Los libros que va a "quemar" no son precisamente tebeos del Capitán Trueno ni novelas de Marcial Lafuente Estefanía, sino una excelente colección de obras completas desde García Lorca a Vargas Llosa, una grandiosa iniciativa cultural que inició el Círculo de Lectores allá por los 90. El popular Círculo lo creó la editorial alemana Bertelsmann y llegó a España en los sesenta; ¿quién no ha estado suscrito en algún momento de su vida a tan benemérita institución? Llegó a tener millón y medio de socios, que recibíamos un buen porcentaje de nuestras lecturas interesantes en aquellos años. Como la alegría dura poco en la casa del pobre, en 2010 Planeta compró el Círculo y ha cerrado hace poco. Ahora dice que va a trinchar los ejemplares de la citada colección de obras completas para hacer hueco en sus almacenes. Alguno pensará que por qué no los saldan aprovechando el "black friday" o los regalan a bibliotecas, colegios y universidades. Lo que ha decidido Planeta antes de reciclarlos en pasta de papel, es ofrecérselos a los autores esas obras (o a sus herederos) a condición -obvia por otra parte- de que vayan con una furgona a recogerlos al almacén. Desde luego, es una postura razonable dentro de la práctica empresarial pura y dura.

Lo que pasa es que una editorial es -además de una empresa que tiene que ganar pasta aunque sea poca- también una institución cultural y por eso merecedora de respeto. Si estas macro-editoriales acaparadoras se desentienden de ese aspecto cultural de su negocio, es como si fueran, un poner, fabricantes de lavadoras o mayoristas de pimientos. Sin desdoro ninguno de los pimientos, que bien ricos que están y tienen mogollón de vitaminas, un libro es algo más. No solo para uno como individuo, sino para la sociedad en su conjunto y para la salud democrática de las sociedades, aspectos éstos de la cuestión que trascienden las cuentas de resultados. Es una pena que vayan desapareciendo editores como Hans Meinke, director del Círculo de Lectores en España y creador de la susodicha colección ustible. O como el recién jubilado Jorge Herralde, solo que éste le ha vendido Anagrama a Feltrinelli, una editorial grande, pero con sentido cultural. De momento.

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