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Año tras año, los rincones más representativos de Almería muestran su singular belleza para ofrecer un calendario que es una auténtica obra de arte. Diario de Almería, con la colaboración de la CUCN regala este viernes 22 de Diciembre a sus lectores un almanaque que combina a la perfección imagen y prosa. Las páginas del calendario son un paseo por los lugares más destacados que tienen el agua como protagonista y hacen de nuestra tierra un lugar único y cautivador, así como la evolución del regadío en sus diferentes aplicaciones con el paso del tiempo.
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Diario de Almería regala este espectacular calendario con las mejores imágenes
Conducción de las aguas. De primera necesidad es el agua y, por eso, necesario resulta llevarla de una parte a otra, a fin de abastecer a quienes no pueden prescindir de ella, y regar los sembrados que también aprovisionan la subsistencia. Son conducidas las aguas, entonces, mediante los acueductos, como hicieron las antiguas civilizaciones para asegurar los primarios sustentos del vivir. Por algo el filósofo griego Tales de Mileto sostuvo que el principio de todas las cosas, el comienzo del universo, era el agua de la vida. / Texto: Antonio Montero Alcaide. Foto: Javier Parra
Cualidades de la almendra. Los almendros en flor son un anticipo de la primavera, cuando parecen caer los paños del invierno y las luces de los días son más diáfanas, libres de las grisuras en el velo de los cielos. Expectativas de almendras, así, con la hermosa y atractiva celebración de las flores. Cabrá, después, discernir entre las cualidades de la almendra, pues, aunque se coman las dulces, con sus reconocidas propiedades, a veces se mezcla alguna amarga para que el regusto constate el acerbo sabor de la contrariedad. / Texto: Antonio Montero Alcaide. Foto: Javier Parra.
Genialidades de la sencillez. A la ingeniería se deben obras excelsas, tanto en lo mayúsculo y desmedido como en lo recóndito e infinitesimal, por las que es algo más fácil, o cómodo, o posible vivir o sobrevivir. No pocas veces, esos ingenios prodigiosos tienen el origen remoto de otras no menos excelsas obras, las debidas a las genialidades de la sencillez en sus más primitivas manifestaciones, como es el caso de las ruedas o de las norias; dispuestas estas últimas para sacar partido a los pozos con las bondades del agua. / Texto: Antonio Montero Alcaide. Foto: Javier Parra.
Mayúsculas balsas de agua. Una balsa de agua no es el cofre de un tesoro, pero lo parece y acaso lo sea. “Oh claro honor del líquido elemento, / dulce arroyuelo de corriente plata / cuya agua entre la hierba se dilata / con regalado son, con paso lento”, escribió -más bien tradujo- Góngora, en 1582. Casi cuatro siglos y medio después, la evocación de las serenas aguas de los arroyos, y de la hierba mojada por su lento derrame, tiene la alternativa, menos poética, aunque igualada en honores, de las mayúsculas balsas de agua. / Texto: Antonio Montero Alcaide. Foto: CUCN
Vegetales cursos de los invernaderos. El variado y nutritivo catálogo de los vegetales se hace pletórico cuando dan fruto -dígase en sentido real, que también es extendido el figurado- con las condiciones y cuidados que son a propósito para la frutecida transformación de las flores. En los invernaderos, por tanto, se suceden los vegetales cursos que trascurren entre las siembras y las recogidas, con la fructificación como expectativa que se materializa en arracimadas provisiones si esos cursos transcurren como debido es y se procura. / Texto: Antonio Montero Alcaide. Foto: Diario de Almería.
Tierra de promisión. Casi nunca la aridez fue tan productiva. Dicho sea mejor, pocas veces el empeño, las iniciativas primeras, el desarrollo de las innovaciones y las técnicas, la comercialización internacional abierta y la reconocida calidad de las frutas y verduras, cuyo consumo es posible, y disfrutado, fuera de temporada, han sido tan factibles, mantenidos y mejorados como en los invernaderos almerienses. Esos que transforman los secarrales baldíos en el fértil prodigio de una abundante tierra de promisión. / Texto: Antonio Montero Alcaide. Foto: CUCN.
Paisaje habitado. El lugar donde vivir puede ser resultado de azares variopintos, pues ningún nacido elige a los progenitores que lo engendren ni el sitio donde por vez primera ver las luces del mundo. Tales contingencia son debidas, más bien, a la resolución de la casualidad o al desenlace de lo fortuito. Sin embargo, en el origen remoto de los asentamientos razones hubo para que fueran algo benignas o llevaderas las faenas del vivir. De manera que el caserío de una población hace habitado el paisaje donde se afinca. / Texto: Antonio Montero Alcaide. Foto: Diario de Almería.
Grandes regiones del orbe. La superficie de la tierra acaso permaneciera inalterada, sobre todo tras las mayúsculas conformaciones geológicas y telúricas, si el género humano no hubiese deambulado, primero, por los extrarradios del planeta -sin asentamientos estables, todo eran afueras- y advertido, después, que bastante más valía sacar partido a la tierra con los primitivos quehaceres de la agricultura y guardar las cosechas en los silos ancestrales. Así hasta una producción que alimenta a grandes regiones del orbe. / Texto: Antonio Montero Alcaide. Foto: CUCN
Fecundidad de las plantas. La superficie de la tierra acaso permaneciera inalterada, sobre todo tras las mayúsculas conformaciones geológicas y telúricas, si el género humano no hubiese deambulado, primero, por los extrarradios del planeta -sin asentamientos estables, todo eran afueras- y advertido, después, que bastante más valía sacar partido a la tierra con los primitivos quehaceres de la agricultura y guardar las cosechas en los silos ancestrales. Así hasta una producción que alimenta a grandes regiones del orbe. / Texto: Antonio Montero Alcaide. Foto: Diario de Almería.
Faenas agrícolas. La tierra no es fiera, más bien abrupta. Y tampoco su naturaleza explica que haya que domesticarla. Sin embargo, prepararla para las siembras y cuidarla a fin de las cosechas tiene algo de lo antedicho. En esta imagen tomada con la distancia de la altitud, se puede apreciar, y valorar, lo que no se ve, ni siquiera a veces se intuye, a ras de suelo: la superficie terrestre se ha dejado hacer para que su aspereza abrupta y baldía se transforme, por mor de las faenas agrícolas, en feraces y fructuosos cultivos. / Texto: Antonio Montero Alcaide. Foto: CUCN.
Producción colmada. Una producción abundante, colmada, es el manifiesto y fecundo resultado de tareas y esmeros continuos. No siempre resulta así, por otra parte, ya que contingencias y accidentes de distinta naturaleza y condición pueden dar el traste con el tesón y los empeños, de manera que las expectativas, anunciadas a medida que avanzan las campañas, caen como asimismo pueden hacerlo los invernaderos donde transcurren. Por eso la vegetal y colorida celebración del trabajo bien hecho y sin contratiempos. / Texto: Antonio Montero Alcaide. Foto: Diario de Almería.
Acuosa cercanía. Parecen encontrarse las aguas, o evitarlo cuando están cerca, y solo asomarse, o contemplarse, unas a otras, desde la tierra que riegan, o bañan, según su naturaleza y estado. La suave cadencia de las mareas en el Mediterráneo casi se asimila a la quietud del agua aprovisionada y la tierra se conforta por esta acuosa cercanía. Las luces del cosmos no serían vivificadoras, entonces, sin el concurso del agua, y los invernaderos administran unas y otra para que fructifiquen los cultivos a su amparo. / Texto: Antonio Montero Alcaide Foto: CUCN.
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